Las familias con hijos pequeños nacidos durante o después de la pandemia no desean para ellos el mismo modelo educativo que vivieron, en el que las clases magistrales, las tareas, los trabajos y los exámenes eran la constante. Aspiran a algo más: una experiencia educativa que también los involucre como padres.
Es innegable que la nueva forma de relacionarse, concebir el mundo, trabajar y vivir ha puesto la experiencia en el centro de las prioridades. Si salimos de vacaciones, ya no solo vamos a un lugar: buscamos vivir la experiencia de estar allí. Si elegimos un lugar de residencia, priorizamos la tranquilidad y la comodidad que nos ofrece. Si salimos a disfrutar, esperamos que el sitio sea una experiencia para los sentidos. Y, por lo mismo, si buscamos un colegio para nuestros hijos, queremos un espacio donde puedan ser felices, desarrollar sus talentos y vivir experiencias que los ayuden a crecer.
Esta nueva realidad plantea un gran reto para los colegios en Colombia, especialmente para aquellos que siguen aferrados a la tradición, a las calificaciones, a las materias y a los resultados, mientras ven cómo el número de estudiantes disminuye. En contraste, las instituciones que han optado por transformarse muestran curvas de crecimiento lentas pero constantes.
¿Qué hacer? El único camino es la reinvención. Implica ver la educación no como un simple ítem del mercantilismo que todo lo invade, sino como un sector clave de la economía que aporta lo más valioso a la sociedad productiva de Colombia: seres humanos capaces de comprender el mundo, mirarlo desde nuevas perspectivas y transformarlo desde la ética, la equidad y la conciencia ambiental, en beneficio de todos.
Por: Adriana Torres Cardona
Consultora educativa para temas de admisiones y acreditaciones
12 de agosto de 2025